Fuente: utero.pe.
El arte que aborda los temas de memoria es una de las áreas donde más se ha terruqueado. Diversos objetos, espacios y experiencias artístico-culturales fueron acusadas de ser prosenderistas, de hacer apología al terrorismo. Películas, obras de teatro, exposiciones pictóricas, performances, museos y varias otras expresiones han sido denunciadas o censuradas por establecer y representar significados alternos al sentido común hegemónico, que desafían a la memoria impulsada desde el fujimorismo y sectores afines.
Fuente: Gloria Pardo
Dos casos destacan de entre todas estas situaciones de vigilancia artística, censura y potencial castigo. El primero, la conocida acusación de “exposición prosenderista” a un conjunto de tablas de Sarhua (arte pictórico ayacuchano) que narraban episodios del conflicto armado interno y que fueron incautada e investigadas por el Ministerio Público y la Policía Nacional al haber sido acusadas de apología al terrorismo. El segundo caso aborda dos de los ataques más conocidos al Lugar de la Memoria (LUM): por un lado, la visita disfrazada que el congresista Edwin Donayre hizo al museo y su posterior acusación de que las siglas “LUM” provenían de Sendero Luminoso (lo cual generó el despido de una funcionaria); por otro lado, las presiones políticas –el intento de censura– hacia la exposición “Resistencia visual”, un episodio que motivó la salida del director del LUM, Guillermo Nugent.
Fuente: lamula.pe
Los hechos
El 24 de enero del 2018, el diario Correo publicó en su portada el titular “Frenan ‘exposición artística’ prosenderista” acompañado de una imagen de las tablas de Sarhua. El reportaje, firmado por el periodista Glademir Anaya, señalaba que un informe de inteligencia de la Policía Nacional del Perú advertía que la serie pictórica de nombre Piraq Causa, traída desde Estados Unidos para ser donada al Museo de Arte de Lima, fue incautada por “apología al terrorismo”, pues contenía pinturas que ensalzaban a Sedero Luminoso.
La nota periodística enfatizaba que los 34 cuadros decomisados contenían escenas que evocan incursiones terroristas en las zonas rurales del Perú. No ofrecía contexto sobre la producción de estas obras o lo que buscan representar, sino que confirmaba la investigación llevada a cabo por la policía. Así, la nota mostró extractos fotográficos de las tablas, acompañas de leyendas como “‘Viva el PCP’ se lee en el retablo ayacuchano que recrea escenas de violencia y de sangre” o “La hoz y el martillo en bandera y ‘lucha armada’”. Aquí un extracto del texto periodístico que ejemplifica mejor cómo la descripción ofrecida no complejiza en el mensaje transmitido por los cuadros:
“Correo tuvo acceso a este material pictórico, del que presentamos algunas muestras en esta página. Hay escenas de tipo realista sin mayor complejidad. En uno de los cuadros, el pintor muestra a un grupo de «guerrilleros» con ametralladoras dando instrucciones a campesinos reunidos en una plaza pública. Se observa a individuos armados y el rostro oculto con pasamontañas. Los campesinos tienen el puño izquierdo en alto. Una campesina blande una bandera roja con los emblemas de la hoz y el martillo. Como telón de fondo, una tela roja con los símbolos que empleaba Sendero Luminoso durante la época del terrorismo en el Perú. Los cuadros son de este estilo. El retablo escenifica una sangrienta captura del Congreso previamente «cerrado por corrupción». Abundan las banderas senderistas, algunas proclamando vivas a la ‘lucha armada’”.
Se trata de una descripción lineal, básica, literal de lo que allí se muestra. No hay un intento por interpretar (o recurrir a voces especialistas que permitan hacerlo) la escenificación, la cual testimonia el accionar de Sendero Luminoso que vivía la población de Sarhua. Por ello mismo, no se hace la distinción entre quienes los senderistas y los sarhuinos, sino que, por el contrario, se presenta a los involucrados en la pintura como un solo y único actor.
Días después, el diario publicó una breve editorial sobre este tema que se tituló “Alertas ante la apología del terrorismo”. Si bien es un texto que no acusa directamente a las tablas de Sarhua de apología al terrorismo (enfatizando que “este caso aún se encuentra en investigación por parte de la Fiscalía”), presenta ideas que continúan lo marcado en su reportaje anterior. Por ejemplo, alertan sobre que “el país no debe permitir que se exalten, justifiquen o se enaltezcan actos terroristas” y demás ideas relacionadas.
Fuente: Gloria Pardo
El debate
A raíz de esta cobertura periodística, y a lo largo de aproximadamente una semana, se generó un conjunto de expresiones públicas a favor de estas obras y sus artistas, víctimas de terruqueo, y en contra de quienes identificaban a las tablas de Sarhua como plataformas de apología al terrorismo.
Entre estos últimos se encontraban políticos de sectores de derecha (como Carlos Tubino, Javier Velasquez o Luciana León), quienes a través de sus cuentas en Twitter o Facebook lanzaron ataques contra este arte ayacuchano. No obstante, en los diarios La República, El Comercio y Perú 21 se publicaron diversas columnas de opinión de académicos, artistas y periodistas que criticaban o desmentían el ángulo de la información difundida por Correo. El propio Museo de Arte de Lima emitió un comunicado, acompañado de imágenes de las obras, donde señaló:
“Las pinturas de la serie Piraq Causa son piezas de arte y no constituyen apología al terrorismo: reflejan los hechos vividos por la comunidad ayacuchana de Sarhua. Son parte de la memoria de dicha comunidad hecha por sus mismos artesanos, quienes fueron víctimas inocentes durante la época del terrorismo. Cada una de las pinturas contienen textos explicativos que son parte integral de los cuadros y dan la pauta para su lectura. Las imágenes tienen un estilo que deriva de una cultura visual de los años setenta que se asociaba a la idea de lo popular en un sentido extenso. Compartimos las imágenes completas de aquellas tablas que fueron difundidas ayer por un medio local, así como otras de la misma serie, junto a sus transcripciones, para contribuir a una lectura más justa sobre sus contenidos”
Sin embargo, un punto importante pasó desapercibo en el debate público. La misma publicación de Correo, que inició la controversia y terruqueó a las tablas de Sarhua, informaba que estas obras fueron incautadas en octubre de 2017 y devueltas un par de semanas antes de publicado ese reportaje. Es decir, el evento que informaban había sucedido hace dos meses. Las obras no se encontraban ya en investigación cuando el reportaje fue publicado, fueron devueltas a falta de pruebas que configuraran el delito de apología al terrorismo.
¿Por qué informar sobre un evento que ya estaba resuelto?, ¿por qué presentarlo como un hecho alarmante cuando ya existían suficientes pruebas de que el delito inicialmente acusado no era tal?, ¿sensacionalismo, irresponsabilidad informativa, primacía de la tendencia editorial del medio? El terruqueo que generaron, esa falsa acusación de “exposición artística prosenderista”, permanece como un recuerdo de una práctica periodística poco profesional, muy cuestionable.
Fuente: Gloria Pardo
Fuente: Amnesty international.png
La acusación de terruqueo hacia las tablas de Sarhua y sus creadores incorpora un estigma étnico-racial: el serrano es siempre un potencial terrorista, un ‘terruco’. Es una característica que se consolidó durante el conflicto armado interno, pero cuya declaración proviene de mucho antes: caracterizar a la población serrana de salvajes, violentos y agresivos ha sido una herramienta histórica para desacreditarlos e invalidar sus ideas, su cultura, sus exigencias. De esta manera, la representación de terroristas que se les atribuye se alinea con el conjunto de imaginarios que –primero enunciado desde las élites, pero luego masificado hasta incluso asimilarse como autopercepción– se han establecido para la población andina: la fantasía del atraso. Esta fantasía implica (re)presentar a la población indígena como sujetos ahistóricos, bárbaros o violentos (y al espacio que habitan como uno virginal o explotable)1. Con la insurrección armada senderista, se añadió a esta caracterización la de terroristas.
Además, esta falsa inculpación de ‘terroristas’ hacia las tablas de Sarhua visibiliza otro aspecto del terruqueo: el uso de esta herramienta contra las víctimas incómodas. Se ha terruqueado este conjunto de cuadros debido a lo que también muestran. De manera general, las tablas de Sarhua exponen el conjunto de violaciones a los derechos humanos que militares y policías cometieron (algo sobre lo que la memoria salvadora dice muy poco, casi nada). Pero no solo eso. Estas obras de arte popular también resultan incómodas porque parte de su relato escapa del prototipo de “víctima neutral” que se les ha exigido a los afectados por la guerra interna. Muchas de las tablas de Sarhua recrean la llegada de Sendero Luminoso, su inicial aceptación por las comunidades, el discurso de justicia social frente al abuso y explotación históricos que pregonaron (y que fue secundado por muchos campesinos). Colocar esta verdad en esta obra de arte genera ciertos sectores estupor y rechazo, provoca la acusación de que están defendiendo a Sendero Luminoso (como lo hizo el diario Correo). Se trata de una incomprensión de la complejidad que representan las víctimas del conflicto.
En conclusión, el terruqueo que recibieron las tablas de Sarhua permite evidenciar cómo este acto de invalidación incorpora un componente étnico y, también, cómo se usa contra quienes proponen una memoria distinta (más compleja y polivalente) de la que actualmente hegemoniza gran parte de la comprensión del pasado.
Fuente: lamula.pe
Inaugurado en diciembre de 2015, el lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social ha recibido diversos ataques. Desde cuestionamientos sobre la viabilidad de su creación o lo sesgada que resultaría su muestra permanente, hasta conatos de agresiones físicas, interrupciones de eventos o intentos de censura a sus muestras temporales.
Dos eventos ejemplifican bien esta situación: por un lado, la visita disfrazada del congresista Edwin Donayre y su posterior acusación de que la arquitectura del museo y las siglas “LUM” aludían a Sendero Luminoso; por otro lado, las presiones políticas –el intento de censura– contra la exposición “Resistencia visual” que condujeron a la renuncia del director del LUM.
Ambos eventos representan bien cómo y desde dónde se han producido los ataques al Lugar de la Memoria; pero también evidencian las repercusiones que estas arremetidas han producido sobre la institución y su personal. Repasaremos el contexto de ambos casos a continuación.
Edwin Donayre contra el Lugar de la Memoria: “¿por qué se puso el nombre de LUM, que son precisamente las iniciales de Sendero Luminoso?”
El 14 de mayo de 2018, el entonces congresista Edwin Donayre difundió un video con el que acusó al Lugar de la Memoria de apología al terrorismo y de cuestionar la operación Chavín de Huántar. La grabación mostraba cómo, la mañana del jueves 26 de abril, Donayre –vestido con gorro, peluca y lentes de sol para ocultar su identidad– se hizo pasar por una víctima del periodo de violencia y, junto a otros acompañantes, participó de la visita guiada que les realizó Gabriela Eguren, especialista en estrategias pedagógicas y artísticas del LUM.
El video, difundido en su cuenta de Facebook, lleva como descripción: “No vamos a permitir que en el Lugar de la Memoria (LUM) se continúe haciendo apología al terrorismo, ni mucho menos se cuestione a la exitosa operación CHAVÍN DE HUANTAR”. La grabación, una versión editada de la visita, recoge solo algunos fragmentos de la explicación brindada por la guía: precisamente aquellos en los que Eguren habla sobre los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas, el accionar de Sendero Luminoso o el terrorismo de estado. Se trata de declaraciones manipuladas. Para Donayre, estas explicaciones constituían apología al terrorismo.
Esta controversia tuvo repercusión mediática. Diversos medios de comunicación cubrieron el suceso y tomaron posición. Algunos enfatizaron la denuncia de Donayre, otros dieron voz a Eguren para explicar su versión de los hechos. En redes sociales, usuarios anónimos y de procedencia fujimorista insultaron a la guía, la acusaron de ser terrorista, de defenderlos.
La misma noche de la publicación del video, el Lugar de la Memoria compartió un comunicado donde señalaba que lo “difundido no refleja la política de la institución ni el contenido integral de la muestra permanente, que condena de manera explícita a las organizaciones terroristas Sendero Luminoso y MRTA, señalando claramente su carácter criminal”. No obstante, días después, la ministra de Cultura de ese periodo, Patricia Balbuena, indicó que Gabriela Eguren había sido separada de su cargo, pues «una persona que trabaja en el LUM no puede dar opiniones personales sobre este tema«, declaró a RPP.
Cuatro días después de publicado el video, durante su intervención en la Comisión de Cultura del Congreso y frente a la ministra Balbuena, el congresista Edwin Donayre repitió una idea que por esos días declaraba en diversos medios: “¿por qué se puso el nombre de LUM, que son precisamente las iniciales de Sendero Luminoso?”, gritó. Además, señaló que la arquitectura del museo está hecha en referencia a Sendero Luminoso: «¿Es una arquitectura a propósito o simple coincidencia o casualidad, que ustedes entran, que es un sendero estrecho, oscuro… y dice LUM, en otras palabras, Sendero Luminoso?«.
Desde la comunidad académico-cultural se generaron pronunciamientos que cuestionaron la acción de Donayre y exigían disculpas públicas para Gabriela Eguren. Asimismo, semanas después del suceso, el Instituto de Defensa Legal presentó una querella contra el congresista Donayre por haber acusado a Eguren de apología al terrorismo, una situación que afectó su bienestar laboral y personal. No se ha vuelto a saber más del proceso.
Presiones políticas contra la muestra Resistencia visual 1992: «despedía una clara sensación general de sesgo que no se corresponde con la que habíamos acordado buscar para el LUM»
El 16 de agosto de 2017 el Lugar de la Memoria inauguró una muestra temporal, Resistencia visual 1992, a cargo de Karen Bernedo. Esta muestra constaba de 36 imágenes en serigrafía que, tomando como punto de partida el año 1992, reflexionaban sobre el periodo de violencia política peruana. Las obras abordaban casos como el asesinato de Pedro Huilca y María Elena Moyano, la desaparición de los estudiantes de La Cantuta, el atentado de Tarata, la corrupción durante el régimen fujimorista, la introducción de políticas económicas neoliberales, entre otros.
La exposición incomodó a la mayoría parlamentaria de ese periodo, el fujimorismo. Era presidente Pedro Pablo Kuczynski y, desde el Congreso, el sector fujimorista saboteaba constantemente su gobierno. Este episodio también fue una oportunidad para ello. Diversos medios de comunicación recogieron la denuncia de un funcionario del LUM, el investigador y antropólogo Pablo Sandoval, quien denunció que el congresista Francesco Petrozzi habría presionado al ministro de Cultura, Salvador del Solar, para censurar la exposición. Sandoval señaló que Petrozzi “había mostrado, vía redes sociales, su profundo malestar sobre el contenido ‘antifujimorista’ de la muestra”. Sumó a su acusación la imagen de una interacción en Twitter, donde, a un tuit que acusaba a la muestra de estar “llena de odio contra el fujimorismo”, el congresista respondía “estamos de acuerdo, y tratando de solucionar el tema”.
A día siguiente de inaugurada “Resistencia visual 1992”, el ministro de Cultura fue a visitar la muestra. Un par de días después, el director del LUM, Guillermo Nugent, renunció a su cargo. Diversos medios de comunicación informaron que la presión fujimorista habría llevado al ministro de Cultura a solicitarle la renuncia a Nugent. El 20 de agosto, al día siguiente de la renuncia, la curadora de la exposición, Karen Bernedo, declaró: “Esta muestra fue inaugurada hace 3 días con la presencia de Guillermo Nugent, quien tengo entendido ya no es director de este espacio, debido a la muestra que vamos a ver a continuación. Esta muestra le ha costado el puesto al director del Lugar de la Memoria».
Fuente: lamula.pe
Un día después, el Lugar de la Memoria publicó un comunicado donde señalaba que la salida de Nugent “obedece al entendimiento, en un clima de diálogo y consenso, de que podría haberse mellado la crucial credibilidad y legitimidad del LUM ante la ciudadanía”. Semanas después, el ministro Del Solar, desde su cuenta personal de Facebook, indicó que la muestra «despedía una clara sensación general de sesgo que no se corresponde con la que habíamos acordado buscar para el LUM». Explicaba, además, que teniendo en cuenta el «ambiente de polarización política en el que vivimos» (la oposición del fujimorismo en el Congreso), el LUM debería ser «un espacio en el que todos los peruanos pudieran acercarse al delicado tema de la memoria con la mirada abierta». Por ello, era de «vital importancia» proteger al LUM de «todo ataque que pretendiera desacreditarlo bajo el argumento de ser un lugar que da lugar a visiones parcializadas o sesgadas». En ese sentido, sostenía que «es responsabilidad del encargado de conducir el LUM dentro del marco de una visión señalada y acordada mutuamente. Y fue en términos cordiales y en medio de un diálogo honesto y transparente, que Guillermo inició mencionando ser consciente de ocupar un cargo de confianza, y que comprendería si esta le era retirada, que le comuniqué que consideraba que me correspondía pedirle su renuncia».
Si bien la muestra “Resistencia visual 1992” no fue interrumpida y continuó exponiéndose en el LUM durante el periodo planeado, los acuerdos posteriores que se tenían planeados no se realizaron. De acuerdo con la curadora, Karen Bernedo, se cancelaron “la difusión, los materiales impresos, las actividades públicas paralelas y los honorarios curatoriales a pesar de haber sido parte de un acuerdo”.
El terruqueo también opera como método de censura. Los ataques persistentes al Lugar de la Memoria evidencian cómo existe desde el fujimorismo y sus aliados una consigna común: deslegitimar –acallar– este espacio de memoria.
No es un ataque exclusivo hacia el LUM (en la lista general de casos que presentamos, se muestran varios otros hostigamientos a memoriales, organizaciones y activistas), pero sí es uno recurrente. Quizá porque es el memorial que, a pesar de su fragilidad y precariedad, cuenta con mayor notoriedad. Quizá también porque es la institución que se concibe como heredera directa de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. En todo caso, el hostigamiento al Lugar de la memoria es representativo de muchos otros espacios –como El ojo que llora o el Museo de ANFASEP– que han recibido un trato similar: presionados mediáticamente, cuestionados en su versión de los hechos, acusados de prosenderistas. Todos terruqueados.
Esta invalidación ha tenido repercusiones a nivel administrativo: el despido de Gabriela Eguren, que se encargaba de las estrategias pedagógicas y artísticas del LUM, y la renuncia del director de la institución, Guillermo Nugent, son los casos más evidentes. Pero también podría entenderse el cambio de rango del Lugar de la Memoria como una forma de limitar la independencia de la institución: en 2018, a través de la Resolución N° 304-2018 del Ministerio de Cultura, el LUM pasó de ser un área funcional adscrita al Viceministerio de Interculturalidad –un organismo público especializado e independiente (como Concytec, Ceplan o Indecopi)– a ser un museo más, integrante del Sistema Nacional de Museos del Estado. Más reducción presupuestal, menos margen de acción.
Sin embargo, es posiblemente la autocensura la principal consecuencia de los constantes hostigamientos a memoriales, activistas y organismos en favor de los derechos humanos. Hay un temor generalizado a ser terruqueado, a padecer las acusaciones de apoyar o defender una narrativa alterna (o mínimamente diferente) de la sostenida por la memoria salvadora. Los modos en que las gestiones ministeriales de Patricia Balbuena y Salvador del Solar resolvieron las críticas y hostigamientos fujimoristas evidencian ello. Se han hecho concesiones ante las injerencias políticas del fujimorismo, se han despedido funcionarios, se ha quitado el apoyo o la defensa de actividades que podrían incomodar a ese sector. Mientras tanto, intimidado y perseguido, el Lugar de la Memoria (y tantos otros lugares de memoria) sigue recibiendo visitantes.
Fuente: utero.pe